CATEGORIA: Arqueología
Casa del Sol
Alrededor del año 900 a.C. llegaron los primeros grupos humanos sedentarios a la región norte de la Cuenca de Oriental, Puebla. Se establecieron en un terreno pedregoso y hostil producto de un derrame de lava volcánica, que ofrecía abundantes recursos naturales para su desarrollo.Sin embargo, la posición geográfica representaba el control de un pasaje comercial establecido entre el Altiplano Central y la Costa del Golfo.
La presencia y explotación de yacimientos de obsidiana en las cercanías ofreció, además, la posibilidad de un progreso exponencial en términos comerciales, sociales, tecnológicos y urbanísticos. Los Cantoneses tuvieron la facultad de transformar el abrupto ambiente natural en urbano con tal éxito, que la ciudad llegó a ser una de las más importantes del México antiguo.
Abarcó unas mil cuatrocientas cincuenta hectáreas con una población de 93 mil habitantes entre 600 y el 900 d.C. Alcanzó su apogeo cultural entre el 300 a.C. y el 600 d.C. y, para el 150-200d.C., además de cubrir unas 867 hectáreas y tener alrededor de 52 mil habitantes, contaba con 20 canchas para el Juego de Pelota.
Cantona se distinguió de otros centros urbanos de Mesoamérica por su compleja y eficiente red de vías de circulación; se calculan alrededor de 4 mil calles edificadas para comunicar a la población entre sí, además de caminos que conducían a campos de cultivo, canteras, yacimientos y hacia otras poblaciones.
La antigua ciudad destacaba también por su arquitectura asimétrica que obedeció a la desigualdad del terreno. Esta condición determinó la distribución de los conjuntos de carácter cívico religioso, residencial y defensivo, dando por resultado una gran armonía visual y espacial. Las unidades habitacionales se ubicaron sobre plataformas elevadas y encerradas por muros periféricos.
Otro rasgo característico de su arquitectura fue la falta de cementante para unir las construcciones. Tampoco se empleó estuco o lodo en las superficies externas.
Decoraban las fachadas haciendo uso del color y textura natural de las piedras. Utilizaron el basalto azulado y de tonos plateados para rellenos y muros; el tezontle rojo careado para el recubrimiento de los taludes y de las estructuras principales en general.
La cantera blanca o toba volcánica para escalones, pisos y pasillos de las pirámides, además de los basamentos de habitaciones de élite y caliza blanca para elementos ceremoniales como marcadores de enterramientos u ofrendas, discos del juego de pelota y altares.