CATEGORIA: Ciudades Coloniales
Visita al centro histórico
Pese a su desarrollo urbano, la ciudad de Guadalajara ha logrado conservar su Centro viejo, Centro Histórico, que cargado de años e historias invita a ser caminado, como la mejor forma de vivirlo y disfrutarlo.Ya no hay estrechas callejuelas que suban o bajen hacia el río de San Juan de Dios, ni calles empedradas donde resuenen los cascos de los caballos o el chirriar de las ruedas de los carruajes; y sin embargo aún tiene esa magia que cautiva al visitante.Cuentan las viejas crónicas que este Centro tuvo por corazón un predio, donde hace ya 455 años, sesenta y tres jóvenes jefes de familia se reunieron en lo que hoy se conoce como la Plaza de los Fundadores, y juraron por su honor nunca desproteger la nueva villa.Contemplando el bello relieve broncíneo que recuerda el hecho, podemos oír sus voces y conocer sus nombres. Cristóbal de Oñate y Miguel de Ibarra, junto a la valerosa Beatriz Hernández -"el Reyes mi gallo"-, permanecen como testigos vigilantes de que el juramento de nuestros abuelos lo cumplan las nuevas generaciones.
Una larga banda que cruza de punta a punta el monumento, contiene para la historia y la memoria tapatía, los nombres y las regiones de los padres fundadores: montañeses, andaluces, extremeños, castellanos, vizcaínos, portugueses, etcétera, cuya mezcla creó el carácter hospitalario, generoso, alegre y trabajador de los tapatíos. Por siglos, esta vieja plaza fue escenario de todo, desde los tianguis semanales, donde se acuñó el término que hoy distingue a los hijos de Guadalajara -tapatíos-, hasta paradas militares y ajusticiamientos de malandrines. En el siglo pasado, a un gobernador se le ocurrió construir en ella un coliseo de tal magnificencia que fuera orgullo y honra de la ciudad. Con canteras, piedras y sillares de los derruidos conventos de monjas y frailes se fue levantando el que sería Teatro Alarcón, pero el destino quiso que su promotor -Santos Degollado- muriera en una de las mil batallas de la Guerra de Reforma y así su nombre se eternizó en su obra, pues aún hoy el Teatro Degollado lo recuerda.
Todos los teatros tienen su fantasma, su leyenda, y este no es la excepción. Dicen las consejas que por haberse empleado piedras sagradas en su construcción, pesa sobre él la maldición de que se vendrá abajo cuando el águila de bronce que corona el centro del gran arco del foro suelte las cadenas que sostiene entre garras y pico. Afortunadamente, esto aún no ha sucedido.Nuestros pasos se dirigen ahora al viejo edificio de la Audiencia, primero, y del gobierno del Estado después: el Palacio de Gobierno. En él habitaron los engolados gobernadores de Nueva Galicia; también se hospedó el cura libertador Miguel Hidalgo y Costilla y de aquí salió para ser derrotado en la última batalla de su periodo independentista.
Luego lo ocuparon los gobernadores del nuevo estado de Jalisco; fue sede del gobierno federal cuando el hermético Benito Juárez y su gabinete de ministros huían de las tropas conservadoras de Miramón y Márquez; aquí se escenificó el único momento en que el Benemérito estuvo a punto de ser fusilado, pero "¡los valientes no asesinan!" dijo Guillermo Prieto al pelotón y salvó la vida del presidente.Además de este palacio, en el Centro encontramos el edificio más representativo de la ciudad, la Catedral, y la construcción más equilibrada y bella de todas: el viejo Seminario de San José, hoy convertido en museo.Este breve recorrido es parte del paseo que el visitante no debe perderse, sobre todo si lo hace en una típica calandria y permite que el conductor le cuente las viejas historias que habitan el Centro Histórico de Guadalajara.
Las Torres de Catedral
Debido al temblor de 1818 las torres de la Catedral se vinieron abajo, dejando a la iglesia sin sus campanarios, pues tenía dos. Por muchos años permaneció así, hasta que una calurosa tarde de verano el señor obispo de Guadalajara, don Diego Aranda y Carpinteiro, saboreando un platón de dulces pitayas se quedó viendo el dibujo del fondo del plato, que representaba una iglesia con dos torres en forma de conos invertidos; levantando la vista hacia la catedral se decidió: hizo llamar al arquitecto don Manuel Gómez Ibarra y mostrándole el dibujo le pidió que así las construyera.Sobre ellas han escrito poetas como Agustín Yáñez y Salvador Novo, que las describen como alcatraces invertidos... barquillos en reposo...
Hoy en día son el símbolo de Guadalajara y de los tapatíos.Consejos de ViajeDentro de la ciudad encontrará deslumbrante arquitectura civil y religiosa; museos y galerías de historia y arte; pintorescos parques, plazas y paseos; mercados y establecimientos colmados de artesanías, abundantes y variables servicios de hotelería y restaurantes para todos los gustos y posibilidades económicas. En el Palacio de Gobierno Miguel Hidalgo decretó la abolición de la esclavitud en 1810 y 48 años después fue Palacio Nacional por haber residido allí el Presidente JuárezDebe llevar calzado y ropa cómodos ya que en esta ciudad hay mucho que conocer y mucho que caminar.