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Crónicas Arqueológicas, Palenque, Chiapas

Revelaciones de Palenque, crónica de un hallazgo impresionante

CATEGORIA: Arqueología

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El resultado de la investigación era satisfactorio: en una de las pilastras del templo se halló la figura de un gobernante, moldeada en estuco y conservada en excelentes condiciones. Sin embargo, lo mejor aún estaba por llegar. Aquella mañana, los arqueólogos hacían un corte recto en el piso superior del templo cuando, de pronto, un montículo de tierra se vino abajo y apareció una plataforma con tableros bellamente decorados por glifos e imágenes. Alfonso Morales, el arqueólogo responsable, no daba crédito a su suerte: días antes había encontrado una cámara funeraria en una estructura cercana y las posibilidades de un segundo hallazgo importante parecían más que remotas."¡Qué bronca se va a armar!" exclamó Alfonso, sabedor de que descubrimientos de ese tipo traen consigo datos que pueden cambiar la historia de un sitio.

El Proyecto Grupo de las Cruces, auspiciado por el Instituto de Investigaciones de Arte Precolombino (PARI, por sus siglas en inglés), con sede en San Francisco, Estados Unidos, y dirigido por Merle Greene Robertson, abarca seis edificios de Palenque: los templos de la Cruz, de la Cruz Foliada, del Sol, el XIV, el XIX y el XX. Desde que comenzaron los trabajos, Morales puso especial atención en el XIX, debido a que está rodeado por edificios que incluyen textos importantes. La lógica lo llevó a pensar que esta estructura, ubicada estratégicamente, de seguro guardaba información relevante bajo sus derruidas paredes.

El Templo XIX fue construido entre el 721 y el 736 d.C. Mide treinta y nueve metros de largo por siete de ancho y está situado sobre un basamento de cuatro metros de altura; la fachada principal mira hacia el norte. Es un edificio raro, pues no tiene el piso revestido de estuco (característica de las estructuras palencanas), sino lozas de piedra como base; bajo las lozas hay una capa de estuco para evitar el paso de humedad y agua. Solamente tiene una puerta y las pilastras, que por lo general van en la fachada, están dentro del templo y fuera de centro, cargadas hacia el este, evitando tal vez poner peso en alguna subestructura.

Algo que llamó la atención de los arqueólogos es la falta de simetría que presenta el edificio. En la mayoría de las construcciones mayas hay una relación muy cercana entre el tamaño de la entrada y las pilastras. No es el caso del XIX, y aunque en julio de 1999 faltaba por excavar la mitad del edificio, todo parece indicar que el mayor tesoro del templo (la plataforma, que los arqueólogos llaman altar o trono), ha sido hallado.Doce siglos sin ver la luz,la plataforma, del siglo VIII, es una caja de mampostería cubierta con lajas de piedra caliza y una tapa del mismo material. Fue localizada siete metros al este de la puerta y adosada al muro norte del templo.

Es rectangular, mide 1.70 metros de ancho por 2.80 de largo, y sus paredes son tres tableros dos de éstos bellamente tallados que se levantan 47 cm sobre el nivel del piso original. Cuando fue desenterrada, los arqueólogos se percataron de que la tapa había sido violada y su interior saqueado, probablemente en tiempos prehispánicos. Junto a la plataforma también fueron hallados fragmentos de cerámica, navajas de obsidiana, restos de huesos humanos, así como un pedazo de la figura estucada que cubría una pilastra cercana. Importantes hallazgos, sin duda, pero nada comparable a la belleza de los tableros adosados a la plataforma.

Los tableros cuentan la historia de un gobernante, Ahkal Mo′ Nab (Tortuga Guacamaya), quien se piensa mandó a construir el templo. El tablero sur representa a siete personajes flanqueados por escritura jeroglífica. La escena contiene al gobernante como figura central; sentado en lo que parece un trono, está mirando hacia el oeste y dando su atención al personaje de la derecha. En sus extremos, el tablero de la cara oeste presenta cartuchos de glifos (los jeroglíficos se agregaron al muro luego de haber sido modelados independientemente, como cartuchos) y en la parte central aparecen tres personajes sentados. Según David Stuart, epigrafista de la Universidad de Harvard, Estados Unidos, los tres personajes escenifican la ceremonia de entronación del gobernante, quien es asistido por un sacerdote que hace las veces de mediador entre éste y un mitológico antepasado.

Los jeroglíficos mencionan que Ahkal Mo′ Nab estaba relacionado con un antiguo gobernante de Palenque, llamado K′an Hok′ Chitam I, parentesco que le daba derecho a gobernar. En su momento, K′an Hok′ Chitam I realizó una ceremonia en la cual ofreció incienso al dios Sol Padre. Cuatro mil años más tarde, Ahkal Mo′ Nab realizó la misma ceremonia, pero en honor al dios Sol Hijo; meses después repitió la ofrenda, esta vez en honor del dios K′awil y, finalmente, ofreció una tercera al dios del Inframundo.

Los jeroglíficos también hacen referencia a un rito efectuado en una casa roja, propiedad del gobernante, en la cual "se agarra la cuerda". Es decir, que el ancestro de Ahkal Mo′ Nab, a través de un mediador o sacerdote, le otorga el poder utilizando una cuerda como especie de hilo conductor u ombligo mágico.El tablero del lado este no tiene decoración, salvo una línea roja. Morales piensa que se dejó así para escribir eventos futuros o simplemente se conservó "en blanco" debido a que no estaba a la vista de quienes visitaban al gobernante. Las fechas en la plataforma descifradas por Stuart (721 al 736 a.C.) revelan que Ahkal Mo′ Nab gobernó fuerte y con el apoyo de los caciques de Palenque, construyó edificios y se consolidó como gobernante de importancia. Primer golpe de suerte, días antes de encontrar la plataforma, Morales tuvo su primer golpe de suerte en Palenque. El 25 de febrero él y su equipo estaban trabajando en una construcción cercana identificada como Templo XX.

La estructura, de catorce metros de altura, ha sido siempre un misterio para los arqueólogos, ya que no se sabe a qué periodo corresponde su construcción; no fue bien realizada, se vino abajo, y enterró así todo indicio que pudiera aportar información relevante.Gracias a sonares de penetración subterránea realizados tres años antes, Morales sabía que el templo tenía anomalías bajo el piso, a poco más de cuatro metros. Nada inusual, pues coincidía con el patrón de entierros de Palenque, donde normalmente hay un entierro central y dos laterales. Sin embargo, al excavar el templo, Morales y su equipo encontraron una subestructura a noventa centímetros.

Debido al mal relleno entre la estructura superior y la subestructura, se hicieron muros a los cuatro lados de la excavación para proteger a los arqueólogos.Cuando terminaron de asegurar el área de trabajo, retiraron una piedra del macizo, que a la postre resultó ser parte del techo de una bóveda; a través de un orificio de diez centímetros lograron ver el interior. Los ojos de Morales brillan al recordar ese momento:"Se veían pintura roja en las paredes, ollas y cuentas de jade en el piso. Para estar seguros introdujimos una cámara digital y tomamos placas a 180 grados. Las fotos revelaron el arco de una bóveda falsa. Al analizarlas por computadora corroboramos que en el piso había cuentas de jade y once vasijas, así como la puerta de acceso a la cámara funeraria, sellada por dos lajas de piedra.

También nos dimos cuenta que había pinturas murales en los lados este y oeste de la cámara."No se observaron restos humanos en el interior, ya que parte del aplanado que cubría las paredes se vino abajo, sepultando el contenido de la cámara, salvo las ollas y cuentas de jade. Aunque no se sabe quién está enterrado en la tumba, la ubicación de la estructura hace pensar a Morales que se trató de alguien importante, posiblemente contemporáneo de Pakal, el más famoso gobernante de Palenque. El nuevo reto de Morales y su equipo es identificar el acceso hacia la cámara, ya que, aunque las puertas de la misma dan al sur, al realizar una primera excavación hacia esa dirección se toparon con roca madre, pues el templo fue construido sobre una colina. Morales considera que la puerta exterior puede estar al este o al oeste, abriendo un pasillo que luego dobla noventa grados hacia el norte.

Al cerrar esta edición, en julio de 1999, Morales estaba en pláticas con un ingeniero especialista en túneles, quien se encargaría de hallar el camino correcto, para que a su vez los arqueólogos puedan analizar lo que seguramente irán encontrando conforme vayan acercándose a la puerta, pues era costumbre de los mayas realizar ofrendas y sacrificios al pie de los entierros. Cuidados extremos,una vez abierta la cámara comenzará el trabajo de restauración: primero consolidar los muros, después buscar todos los fragmentos de estuco que han caído y reintegrarlos a las paredes para, finalmente, documentar ollas, jade y posibles restos humanos.

Todo esto se tendrá que realizar desde una plataforma flotante, a fin de no tocar el suelo. Por si fuera poco, los arqueólogos habrán de crear una antecámara para mantener la temperatura idéntica a aquélla en el interior de la tumba, de manera que al abrir la puerta el brusco cambio no dañe las pinturas y objetos del interior. Aunque tantas medidas precautorias parecerían exageradas a los ojos del visitante común, la vehemencia con la que los arqueólogos de Palenque cuidan sus hallazgos es más que justificada, incluso cuando olvidan el protocolo. Algo así le ocurrió al joven Nicolás Rivera, encargado de restaurar la plataforma en el Templo XIX.

Días después del hallazgo, el entonces presidente de México, Ernesto Zedillo, visitó la zona para conocer de primera mano los nuevos descubrimientos. El mandatario, en cuclillas frente a uno de los tableros, escuchaba con atención las explicaciones del joven Rivera, mientras el resto de su comitiva, funcionarios de gobierno y una docena de reporteros, observaba un poco más atrás. De pronto, el Presidente acercó la mano hacia el tablero, tal vez respondiendo al natural impulso de tocar la bella pieza.—¡No lo toque!—exclamó el joven restaurador, quien al darse cuenta de su osadía, apenas pudo añadir un "por favor". El Presidente lo miró un instante, luego esbozó una sonrisa de aceptación y continuó admirando el legado de los mayas de Palenque.
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