Honor a quien honor merece, día de muertos
Enclavado en el cerro, el panteón de Zinacantán, alberga las tumbas de 18 parajes de este pueblo tzotzil. Ahí los familiares traen ofrendas que consisten en caña, chayote, mandarina, y refrescos embotellados, algunos dejan latas de cerveza o botellas de la bebida ancestral posh.“Hoy es el último día para regresar los difuntos, como que ya haciendo oración para que regrese el difunto, le llamamos reshk´ul en idioma, como rezo, le está rezando en latín, las almas pequeñas celebran el día 31 de Octubre, sólo un día nomás, y ya el uno y dos los muertos grandes, diría uno que va uno digamos con una familia, llevamos regalos, frutas, y también un poquito de poshito como regalo”.
Las campanas se tocan todo el día, es para despertar a sus seres queridos, que ya descansan el sueño eterno.
Familias completas visitan las tumbas de sus padres, hijos, abuelos, y antepasados. Van y vienen a lo largo del día, sólo el dos de Noviembre se quedan a comer al pie de las tumbas, un platillo de caldo de pollo o de res, según haya sido el preferido del difunto.
Al son del trío y la música de banda, los visitantes de este panteón 'conviven' todo el día con sus muertos.
Las lápidas son ataviadas con grandes arreglos florales, velas de cebo para alumbrar el camino de regreso a la tierra y otro poco para irse al descanso eterno.
La juncia no puede faltar, es una alfombra de color verde, extraída de los pinos de los Altos de Chiapas, que suelta un aroma a fresco por todo el panteón.
Los sacristanes, y mayordomos se dividen en tres grupos para alcanzar a rezarle en latín hasta el último cristiano. Van pasando entre las tumbas, elevando plegarias para pedir por las familias que acudieron estos días a la celebración.
A pesar de que el pueblo de Zinacantán, es de gente de escasos recursos, esta tradición de la cosmovisión politeísta la celebran en grande. No hay una sola tumba sin flores, ya que este pueblo heredero de los ritos mayas, es fiel creyente de que se debe honrar a los que ya partieron. Sino puede enfermar un integrante de la familia y los que hoy están en este cementerio, puede ser que el otro año sea guardado entre los intestinos de este cerro, ubicado a cuatro kilómetros de Zinacantán, que prácticamente araña el cielo, a más de dos mil 500 metros sobre el nivel del mar.