CATEGORIA: Arqueología
Ciudad mágica y misteriosa
Dzibilchaltún, ciudad maya cuyo nombre significa el " lugar donde hay escritura en las piedras" fue uno de los grandes centros urbanos que floreció en el norte de Yucatán antes de la llegada de los españoles. Su localización privilegiada sobre los límites de las tierras fértiles que colindan con una franja pedregosa entre la costa y el interior, la hizo sobresalir entre 600 y 900 d.C., llegando a alcanzar una extensión mayor de 10 Km2 en una zona donde destacaban la existencia del cenote conocido como Xlakah, que en maya significa "pueblo viejo".El asentamiento, de tipo concéntrico, ocupa un área de 16.25 kilómetros cuadrados. Los tres primeros kilómetros corresponden a la parte central y se caracterizan por la abundancia de construcciones monumentales del tipo de la Plaza Central y el Templo de los Siete Muertos; los restantes 13 kilómetros cuadrados incluyen conjuntos arquitectónicos que se van volviendo más dispersos y la última parte se compone de edificios con plataformas escalonadas alrededor de plazas y pequeñas pirámides sin bóveda.
En total se han registrado alrededor de ocho mil cuatrocientas estructuras. Las bóvedas de los edificios de piedra se construyeron mediante el sistema de piedras saledizas y los muros se levantaron a base de hiladas de piedras encimadas, unidas por una mezcla y recubiertas en sus lados externo e interno por una capa de estuco. Esta técnica ha sido llamada "mampostería verdadera" y contrasta con la que se practicó en la siguiente época llamada de "piedra de bota" por la forma que adoptaron los bloques con grandes espigas que quedaban inmersas en un mortero de cal y cascajo.
La antigua ciudad de Dzibilchaltún fue una selva de mayor altura, la fauna y la flora fue diversa, así que era común encontrar una gran variedad de animales y árboles para la tala y cacería. Ambas prácticas más otras actividades desarrolladas con la llegada de los españoles, ocasionaron un desequilibrio ecológico, cosa que no sucedió con sus primeros habitantes que lograron desarrollarse con respeto y equilibrio con la naturaleza. Los antiguos mayas supieron aprovechar integralmente a los animales, por ejemplo, con sus huesos hicieron flautas, agujas y de su combustión obtuvieron pintura negra; elaboraron vestidos, tapetes, códices y escudos con las pieles; con los colmillos y cascabeles hicieron collares; también orejeras, cuentas y mosaicos con las conchas. Con las plumas de las aves adornaron su indumentaria y sus lanzas, elaboraron penachos, abanicos y sombrillas.
La selva actual de Dzibilchaltún es una selva baja modificada por el hombre, sus árboles y arbustos de deshojan durante la época de seca y parte de su flora son leguminosas, crasas, orquídeas y otras más.Concluyeron que el templo, de diez metros de lado, no solamente registra las máximas declinaciones del movimiento aparente del Sol, sino también las máximas declinaciones de la luna y los recorridos de ésta que también están registrados en el edificio. No dudan en afirmar que el edificio era un observatorio astronómico. El Templo de las Siete Muñecas, debe su nombre a que ahí se encontraron seis muñecas y un muñeco pero optaron por darlo a conocer como si hubiesen sido siete muñecas.
Esa estructura está perfectamente alineada con los puntos cardinales, la fachada del frente tiene dos ventanas y una puerta, la parte trasera, también tiene dos ventanas y una puerta. Al amanecer, la luz solar se introduce a la habitación, proyectando la imagen de las ventanas y las puertas en la parte superior opuesta y conforme el sol va elevándose, las imágenes van descendiendo hasta coincidir con su contraparte, y ese es el momento preciso en que el sol queda en el horizonte de quienes utilizaban este edificio como reloj para determinar el inicio de la primavera o del otoño. En esta ciudad se manifiesta un fenómeno de luz y sombra durante el amanecer, en la estructura conocida como el Templo de las Siete Muñecas y en otra estructura identificada como El Reloj.
El fenómeno ocurre los días del solsticio de verano, 21 de septiembre, y del equinoccio de primavera, 21 de marzo.La explicación más acertada de este fenómeno es que el Sol se mueve aparentemente hacia el norte y hacia el sur a lo largo del año, alcanzando sus máximas un ángulo de 24º hacia el norte. Después del equinoccio de primavera, regresa al mismo punto e inicia su movimiento hacia el sur otros 24º durante el solsticio de invierno y así sucesivamente. La interrelación que mantuvieron los antiguos mayas con la naturaleza, les permitió desarrollar un calendario perfecto, es por eso que el día óptimo fue el 20 de marzo y no el 21 de marzo, como indica el calendario juliano.
En esta ciudad se manifiesta un fenómeno de luz y sombra durante el amanecer, en la estructura conocida como el Templo de las Siete Muñecas y en otra estructura identificada como El Reloj. El fenómeno ocurre los días del solsticio de verano, 21 de septiembre, y del equinoccio de primavera, 21 de marzo.El fenómeno fue redescubierto alrededor de 1985, por el arqueólogo Víctor Segovia Pinto y junto con el arqueólogo José Huchim Herrera, inició las investigaciones hasta el fin de sus días, entonces fueron diez años los que estuvo investigando este fenómeno. El hábitat que rodea a Dzibilchaltún es una planicie calcárea, sin aguas superficiales, excepto un cenote con agua permanente a ras del suelo, alrededor del cual se asentaron los primeros pobladores de esa región durante el Preclásico Medio y el Preclásico Tardío (500 a.C.-250 d.C.).
Tal vez debido a esto el cenote fue llamado, en lengua maya, Xlacah, que significa "pueblo viejo".Este estanque natural mide alrededor de 100 m de largo en su eje norte-sur, por 200 m en el eje este-oeste. En su parte más profunda toma una forma inclinada y alcanza los 44 m en el noreste, hacia donde se abre una amplia galería horizontal y oscura, cuyo extremo se desconoce. Los antiguos mayas protegieron con muros de retención la orilla del cenote y construyeron una plataforma mediana muy próxima a él. En su extremo este, que es el menos profundo, hubo otra pequeña plataforma, hoy desaparecida, que llegaba al manto acuífero y permitía a la población disponer del agua con facilidad. Bajo el suelo de Dzibilchaltún el nivel del agua se encuentra a 3 m, motivo por el cual sus habitantes pudieron excavar pozos, ampliando cavidades naturales poco profundas para alcanzar el agua del subsuelo.