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La historia del Acueducto
La palabra acueducto deriva de la palabra latina que significa conducción de agua. Hacia el año 700 a.C., Senaquerib, rey de Asiria de 704 a 681 a.C., mando construir un acueducto que abasteciera de agua su capital, Ninive. Por la misma época, Ezequías, rey de Judá entre 715 y 686 a.C., aproximadamente, edificó a su vez un acueducto que lleva el agua a Jerusalén. Pero el sistema de transporte de agua más extenso de la antigüedad fue quizá el construido por los romanos. El primero que construyeron, Aqua Apia, era un acueducto subterráneo de 16 km de longitud. Fue erigido durante el mandato de Apio Claudio (llamado el Ciego), por lo cual se llamó posteriormente Vía Apia, hacia año 310 a.C.El primer acueducto romano que transportaba el agua sobre la superficie del suelo fue el Aqua Marcia, en Roma; tenía una longitud de 90 km y fue construido por el pretor Marció en el año 144 a.C. La sección de este acueducto, soportada por puentes, medía unos 16 km. Diez acueductos suministraban agua a la antigua ciudad de Roma, unos 140.000 m3 de agua al día. En la actualidad se encuentran porciones de ellos que todavía están en funcionamiento, y proporcionan agua a las fuentes de Roma.
Los antiguos romanos también construyeron acueductos en otros lugares de su imperio, muchos de los cuales se mantienen todavía en buen estado: el acueducto sobre el canal de Francia; el de Segovia en España y el de Éfeso en Turquía.Los acueductos fueron una invención romana; éstos eran canales largos de piedras que permitían movilizar el agua de un lugar a otro. Los acueductos eran canales construidos con cemento a prueba de agua, cubiertos con losas de piedra. Manteniendo una inclinación constante respecto al suelo, transportaban hasta la ciudad el agua que recogían de las colinas circundantes. Para que el agua tomara presión se almacenaba en grandes depósitos construidos junto a los manantiales.
El desnivel del terreno se compensaba alzando puentes de dos e incluso tres arcadas en piedra, ladrillo o cemento.Los acueductos modernos en la actualidad son muy complejos ya que además de suministrar el agua se busca que ésta llegue apta para el consumo humano.Aunque a los acueductos coloniales se les mire como a estructuras obsoletas del pasado, que en algún momento sirvieron para transportar agua, unos cuantos de los 225 detectados en la República Mexicana sobrevivieron a la modernidad y siguen funcionando.
La mayoría de los acueductos que existen en el país están en desuso, abandonados, en ruinas, son usados como ornamento, pero sus vestigios quedan como presencia de importantes obras hidráulicas de la época colonial. En el estado de Querétaro se puede apreciar el acueducto. Esta gran obra de la época colonial mexicana se ubica en la ciudad de Santiago de Querétaro, al norte de la Ciudad de México a 2 horas y media por carretera, esta ciudad es Patrimonio Cultural de la Humanidad declarada por la UNESCO en 1996, fue propuesta en 1821 a ser Capital de México y lo fue en otras dos ocasiones más en 1848 y en 1916 por dos años de manera temporal en la época revolucionaria de este país, en esta ciudad se promulgo y firmo la actual constitución mexicana.Un poco de historia.
Esta impresionante construcción fue iniciada en el año de 1726 y concluida en 1738, para traer agua a la ciudad desde La Cañada.Esta obra identifica a Querétaro nacional e internacionalmente y se debe a Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila. Importante es esta construcción que define nacional e internacionalmente a la ciudad de Querétaro. Esta monumental obra civil fue construida entre 1726 y 1738. Consta de 74 arcos impresionantes y se debe al celo y cariño que tuvo por esta ciudad su egregio benefactor Don Juan Antonio de Urrutia y Arana, Marqués de la Villa del Villar del Águila, de origen vasco nacido en la Villa de Arzeniega el 30 de noviembre de 1670 y que llegó a México en 1687.
Habiendo ocupado puestos muy importantes, tuvo notable intervención en el tumulto y rebelión de los indígenas en la ciudad de México en 1692; contrajo matrimonio con Doña María Josefa Paula Guerrero Dávila Moctezuma Fernández del Corral, que era riquísima. La construcción de nuestro Acueducto tiene íntima relación con la fundación del Convento de Capuchinas de San José de Gracia, en que intervino don José Torres y Vergara, sobrino y albacea de los bienes del Dr. Don Juan Caballero y Ocio, quien lo comisionó de acuerdo con el Virrey Marqués de Valero y el Arzobispo Fray José Lanciego y Eguiluz para trasladar a las nuevas monjas fundadoras de este convento en el año de 1721, comisión que no fue ciertamente de su agrado.
Este acontecimiento, pese a la resistencia del Marqués de venir a nuestra ciudad, lo ligó para siempre a Querétaro, pues entre las monjas fundadoras, venía Sor Marcela, pariente del Marqués y de su esposa. En aquel tiempo uno de los más graves males que aquejaban a la ciudad, era la falta de agua potable lo cual producía enfermedades hídricas muy serias que provocaban muchas muertes, y se dice que esta monja le pidió por caridad que trajese agua limpia a la ciudad de los abundantes veneros de la Cañada y así fue como el Marqués, impresionado por esta necesidad y por la belleza del lugar, ligó totalmente su vida a Querétaro. Una vez decidido y comprometido para hacer el bien a la ciudad él pagó de su peculio la mayor parte del costo de la obra que ascendió, en el siglo XVIII, a $ 131,099.00. Difícilmente podrá encontrarse en México y en América una obra civil como ésta, considerada como una de las más admirables en estética, técnica y estructura.
La arquería del Acueducto mide 1,280 metros de longitud, y corre el caño sobre la arquería a una altura máxima de 23 metros. Fue así como la hermana agua, limpia, pura y clara, como habla de ella San Francisco de Asís en su célebre Canto al Hermano Sol, llegó a nuestra prócer ciudad. La generosidad del Marqués fue muy grande en obras de beneficio social, pues además del Acueducto que lo sublima, también construyó de su peculio el hermoso puente de cantera en el río de Querétaro llamado El Puente Grande así como cuatro fuentes de gran mérito artístico: La de la Virgen del Pilar, en el barrio de la Cruz; la de la plaza Mayor; la de San Francisco y la de Santa Clara.
Su participación en estas obras no fue solamente la de proporcionar el dinero suficiente, sino que él mismo trazó, calculó y juntó sus manos a las de los indígenas queretanos cuyo nombre no escribió la historia en la construcción material de estas obras que son ahora orgullo y gloria arquitectónica de Querétaro. Desgraciadamente las tres últimas fuentes han desaparecido por el descuido y el tiempo. Introdujo el agua a casi todos los conventos de la ciudad, y lo más loable, a cuantos vecinos se acercaban a él para solicitar "Merced de Agua", el propio Marqués se encargaba de la obra haciendo los gastos por su cuenta. El Marqués dejó toda su fortuna para obras de beneficio social a muchas comunidades religiosas y a sus servidores. Después de una vida verdaderamente ejemplar, murió este notable hombre en la ciudad de México el 29 de agosto de 1743.
Se cree que sus cenizas reposan en el Convento de Santo Domingo, aunque también pueden estar en San Diego, según dejó dispuesto en su testamento.Ojalá que se investigara sobre el particular y sus restos vinieran a Querétaro así como los de otros hombres ilustres, que sin haber nacido en esta tierra, la amaron, la dignificaron y se sacrificaron por ella, en beneficio de la comunidad, como este hombre extraordinario. El acueducto dotó de agua potable a la ciudad por muchos años. Actualmente se conserva en magníficas condiciones y se le ha instalado un sistema de iluminación que lo hace lucir espléndidamente por la noche.