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La vida religiosa en la Nueva España
El Museo Nacional del Virreinato del Instituto Nacional de Antropología e Historia, es uno de los sitios de cultura más importantes de México en donde converge la mejor colección de arte virreinal del país, una muestra completa de retablos de estilo barroco churrigueresco y un lugar que fue construido con formas arquitectónicas distintas, que en su conjunto reúnen más de 300 años del periodo novohispano.Se trata de un lugar único donde se tiene la oportunidad de conocer y de admirar detalles sobre el ex colegio jesuita de San Francisco Javier y de la vida de sus antiguos moradores. Al mismo tiempo, descubrir los rincones de un edificio colonial de una gran belleza y conocer de cerca cientos de piezas de arte que reflejan la forma de pensar y de actuar de quienes vivieron en los siglos XVI al XIX.
Uno de los principales atractivos del lugar, actualmente convertido en el Museo Nacional del Virreinato, son los retablos de la iglesia de San Francisco Javier, que diseñó el destacado pintor oaxaqueño Miguel Cabrera y que ejecutó el escultor Higinio de Chávez, en el siglo XVIII.
Los retablos son una obra de especial belleza que integran una amplia gama de imágenes, de esculturas y de decoraciones talladas en madera de cedro blanco, recubiertas en hoja de oro de 23.5 kilates.
La iglesia y el ex colegio jesuita se construyeron en honor de San Francisco Javier, en el siglo XVI. Fue un santo misionero de la Compañía de Jesús que hizo labor de evangelización en la Nueva España, el cual murió en Asia, ese mismo siglo.
La devoción que le mostraron los integrantes de la Compañía de Jesús al misionero, se reflejó en las tallas que ocupan el retablo central donde puede verse a San Francisco Javier rodeado por la Virgen María y sus padres, San Joaquín y Santa Ana; San José y el Niño Dios -esposo e hijo de María, respectivamente-, y San Juan Bautista -primo de Jesús-. Todos integran una explicación teológica de la familia.
Otros dos retablos principales, fueron los que se dedicaron a la Virgen de Guadalupe y a San Ignacio de Loyola, cuya elaboración se atribuye también al pintor Miguel Cabrera, según consta en un contrato antiguo que fue descubierto por investigadores del museo.