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La puerta de la misericordia
A lo largo de los siglos, han sido muchas las leyendas que cuentan en torno a este ancestral Cristo, cuyo origen permanece en el misterio. Una de las historias más difundidas entre los vallesanos es la que nos relata el presbítero Ruffo Gutiérrez, antiguo párroco del tempo de San Francisco de Asís.“Se dice que durante la Colonia habitaban en el valle dos grandes grupos de indígenas rivales por cuestiones de tierras. Algunos de ellos solían trabajar como jornaleros en la hacienda de San Gaspar, entonces propiedad de una familia de origen hispano.
El dueño de la hacienda mandó construir una capilla y encargó a España un Cristo de madera de gran tamaño, que muy pronto empezó a cobrar fama entre los habitantes de la comarca por ser muy milagroso. Incómodo el patrón por el constante ir y venir de los trabajadores indígenas a la capilla de la hacienda para rezarle al Cristo y confiarle sus cuitas, decidió obsequiarlo con la condición de que ellos mismos le construyeran una capilla alejada del casco de la hacienda.
Así lo hicieron y un 3 de mayo durante la celebración de la Santa Cruz, los indígenas de San Gaspar riñeron con los de Santa María Ahuacatlán. Las cosas llegaron a mayores y alguien prendió fuego a la ermita.
Muy pronto el fuego consumió todo, menos al Cristo. Al ser rescatado entre los escombros todos quedaron asombrados, pues la imagen estaba intacta y completamente negra. No cabía duda de que aquello era un milagro del Cristo para llamar a la cordura a los grupos rivales que ese mismo día se reconciliaron y decidieron llevar la porterosa imagen a un templo digno. Después de mucho deliberar, el Cristo fue conducido con gran devoción al templo de Santa María Ahuacatlán en donde se le venera desde entonces.